24.7.10

Walker Evans: the portraits



Tengo un libro que es un tesoro. Se asemeja a la cueva de Alí Babá. Excita mis sentidos desde hace varios años. Abrirlo por cualquiera de sus páginas me arrastra a un viaje. Un coche abandonado en un paisaje polvoriento yace perdido. Su tiempo se fue, lo mismo que su dueño. Es mediodia, lo sé por la luz. La misma luz trae el sonido de un fuelle y el sabor salobre del óxido, su soledad. Al pasar la hoja Nueva York, años cuarenta. Un hombre vencido viaja en metro hacia ninguna parte. En el mismo vagón va una mujer con un triste sombrero y sobre ella las letras: Lexington Park, Park avenue. El eco de una trompeta se hace visible y la humedad que desprende su abrigo da calor. Todos vamos. Tiempo y destino se dan la mano. En otro página, el sonido de un saxo resbala por un hombre negro en un traje blanco. La Habana se materializa en su color.Y así, página a página, el eco de una melodía se hace audible en este libro mágico. Me lo regalaron unas navidades y aún acudo a él y lo disfruto como el primer día. Me ha dado lecciones de armonía, enseñanzas sobre lo insondable de las emociones y el deseo de seguir mirando. Este tesoro es un libro de fotos de Walker Evans.

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